Wednesday, September 18, 2013

Velázquez y el Prado

Cuando los responsables del Prado anunciaron en mayo sus previsiones de perder un cuarto de visitantes este año para a continuación explicar que el programa expositivo hasta diciembre podría corregir la tendencia, hubo quien imaginó que la muestra del Velázquez tardío prevista para otoño sería, dado el bestial recorte presupuestario de un 30%, poco más que una decente huida hacia delante: un gran nombre capaz de atraer a miles de visitantes, una recolocación de los fondos fabulosos de la pinacoteca… y a otra cosa. Nada más lejos de la realidad. Si bien la muestra de aire exquisito Velázquez y la familia de Felipe IV,formada por 30 piezas y comisariada por Javier Portús, no será un exhaustivo repaso a la trayectoria del pintor (al estilo de la histórica exposición de 1990 que batió todas las marcas), sí aspira a convertirse desde el 8 de octubre en todo un acontecimiento científico y artístico.
“Nos permitirá llenar dos de las lagunas fundamentales sobre la obra del pintor en las colecciones reales”, explica Portús, Jefe de Departamento de Pintura Española. “La de los retratos de la corte papal realizados en Roma y la proliferación de figuras femeninas e infantiles en su producción cortesana de la última década”.
Como sobresalientes ejemplos de la primera categoría se juntarán de modo excepcional cuatro en una misma sala: la versión del Inocencio Xque Velázquez se trajo a Madrid y regresa a España por primera vez desde su salida durante la Guerra de la Independencia con destino final en la colección del Duque de Wellington, dos retratos cardenalicios provenientes del pequeño museo británico de Kingston Lacy y de la Hispanic Society de Nueva York y el Ferdinando Brandani adquirido por la pinacoteca madrileña en 2003. A la cita faltarán las representaciones de Inocencio X (Palazzo Doria-Pamphilj, en Roma) y de Juan de Pareja (Metropolitan), ambos de poco menos que imposible préstamo. Con todo, lo expuesto será suficiente para observar la transformación que el pintor sufrió en Roma: su acercamiento “más carnal” —menos distante, menos español— al retrato.
La infanta Margarita, en traje azul.
Entre los pertenecientes a la segunda categoría de reinas, infantas y príncipes de escasa suerte destaca el lote de cinco cuadros (cuatrovelázquez y un mazo) que llegarán del Museo de Historia del Arte de Viena, cuyos fondos habsbúrguicos se cuentan entre los mejores del mundo. La lista está formada por los retratos de las infantas María Teresa y Margarita y Felipe Próspero, el sucesor más esperado, adornado al óleo por toda clase de amuletos que de poco sirvieron: la pobre criatura murió a los tres años.
El conjunto nunca se ha visto en su integridad en la casa de Las Meninas, obra cumbre alrededor de la que en el fondo gravita toda la muestra. Para el comisario Portús también supone la entrada de nuevos modos en la obra del pintor: las telas y sus matices invaden los retratos y pasan a primer plano detalles como floreros, relojes, adornos capilares de mariposas o mascotas. Además, sirve de demostración de que el arte siempre acaba siendo un espejo de las convulsiones políticas de su tiempo, en este caso, el de una corona en sus horas más bajas: en desesperada búsqueda de un heredero, que llegaría con Carlos II, en continuo baile dinástico, en bancarrota y en guerra contra Portugal y Francia.
Velázquez en Madrid. El interés, completado por las representaciones de la reina Mariana de Austria, va más allá de que puedan contemplarse como planetas en torno al gran sol de
Es en 1650, en medio de este torbellino, donde arranca nuestra historia, con Velázquez (1599-1660) embarcado en grandes empresas en Roma: nada menos que ejercer de retratista por excelencia de la corte papal. Felipe IV, a quien le unía una de esas relaciones largas y, por tanto, resabiadas (“me ha engañado mil veces”, escribiría el monarca a Luisa Magdalena de Jesús), se había casado el año anterior con Mariana de Austria. Y por mucho que eso fuera contra los planes del pintor sevillano, su labor era tras la llegada de la nueva reina más necesaria que nunca en la corte. “Lo que hizo a su vuelta de Madrid no supone una continuación de su arte, sino más bien la culminación: en esta época cada obra suya se cuenta por una obra maestra”, recuerda Portús, que añade: “Había mucha demanda de retratos reales. Velázquez tenía el monopolio sobre ese trabajo, era un pintor que no pintaba mucho y además tenía que atender su puesto de aposentador. Eso dio como resultado una gran producción de su taller”.
La muestra, además de dedicar una parte importante al influjo del maestro muerto en sus discípulos y continuadores (Juan Carreño de Miranda y Juan Bautista Martínez del Mazo, quienes mantuvieron con “vida propia” el retrato real), permitirá comparaciones provechosas que quizá disipen ciertas dudas: vendrán las famosas Meninas de Dorset, copia que algún crítico aún atribuye al sevillano. También, la Infanta Margarita del Louvre.
Capaz de deslumbrar a Manet y Renoir (quien exclamó: “La pequeña cinta rosa de la infanta Margarita, ¡toda la pintura está en ella!”), se intercambió en su día con Francia y acabó rebajada en su atribución por ser considerada de taller. Pese a que el museo francés aún quiere ver una gran porción del pincel velazqueño en ella, Portús no solo no alberga sospechas, sino que cree que la posibilidad que ofrecerá la muestra de ver la pieza en su contexto será definitiva “tanto para especialistas como para aficionados”. Lo mismo sucederá, opina, al comparar la Infanta Margarita en traje azul (de Velázquez, sin duda) con la vestida de rosa (que hay quien aún considera que se desatribuyó incorrectamente para acabar en el terreno de Mazo).
Para los amantes de la contabilidad, solo queda saber si la exposición conseguirá atraer visitantes al Prado. Para Georgina Adam, editora deThe Art Newspaper y columnista de Financial Times, Velázquez es uno de esos artistas cuya mera mención “conjura a las masas”, aunque la cosa se trate de una exposición recoleta. Miguel Zugaza, director de la pinacoteca, opina por su parte que “una muestra con un 20% de la producción de Velázquez es un acontecimiento en sí misma, sobre todo si tenemos en cuenta el fantástico acuerdo con Viena”. “Dicho lo cual”, añade, “nosotros no estamos en ese campeonato de cifras de visitantes. La realidad no nos lo permite”.

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Friday, September 13, 2013

descubrimiento del Pacífico

Real Cédula a Pedrarias Dávila, (su suegro y verdugo) gobernador y capitán general de Castilla del Oro, acusando recibo de su carta escrita desde la Gomera el 7 de mayo en que daba cuenta de haber llegado a dicha isla. Se le comunica la noticia recibida del descubrimiento del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa, y se le ordena que desde Santa María de la Antigua hasta dicha Mar del Sur se hagan tres o cuatro asientos, uno de ellos en el golfo de San Miguel; que mande hacer asi mismo tres o cuatro carabelas del tipo que se hacen en Andalucía y Portugal, para lo que se le enviarán oficiales y materiales; que se le mandan bastimentos; que ha parecido muy bien la manera en que Vasco Núñez trató a los caciques y se le encarga el buen tratamiento a los indios para su mejor conversión; que cuide el comportamiento de sus soldados en especial de los de Italia que han pasado en su armada; que honre al obispo y a los eclesiásticos que van con él; que dé nombres y amojone todo lo que descubra y que avise las noticias que tuviera de los nuevos descubrimientos de Vasco Núnez de Balboa y envíe planos; se le recomienda a este último y se le encarga proceder contra los caribes y cuidar especialmente de las cosas de la real hacienda. 
Nota antecedente a la cédula: 'El despacho siguiente se envio a los oficiales de Sevilla con Iohan de Yevenes, correo.


N.B: A los nobles castellanos no le gustaron los conquistadores ni descubridores, a los que acusaban de matar Indios. En realidad, no les gustaba que accedieran a sus privilegios los nuevos hombres.



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Saturday, September 07, 2013

de ref