La Biblioteca de la Hispanic Society of America desde
su creación hasta nuestros días
Archer Milton Huntington (1870-1955) fue el único hijo de
uno de los hombres más ricos de América, Collis Porter Huntington,
fundador de la compañía de ferrocarriles Central Pacific Railrod,
y los astilleros Newport News Shipbuilding and Drydock
Company.
En 1887, cuando tenía diceisiete años, Archer empezó a
modo de ensayo a introducirse en el mundo empresarial, dedicándose a copiar
cartas y estrenando escritorio en el despacho particular de su padre. Su
aprendizaje duró dos años, durante los cuales se familiarizó con las
complejidades del imperio económico de su padre.
Pero, en realidad, Archer ya sabía que el ser hombre de negocios
no iba a ser el oficio en la vida y que su aprendizaje estaba llamado
a fracasar. Seguía consagrando su tiempo libre a la poesía, el estudio del arte
español y a la remota idea de un museo.
Pero ¿de dónde sacó esta idea de fundar un museo? y ¿por qué un museo
dedicado a las culturas hispanas?. Esta idea tuvo sus comienzos en el verano de
1882 cuando hizo su primer viaje a Europa. Primero en Inglaterra y luego en
Francia, Huntington descubrió su pasión por el arte y los museos.
En París, el 12 de agosto, tuvo la experiencia más intensa del mundo del
arte y de los museos que pudiera sentir un niño de doce años, y lo recordó en
su diario con estas palabras, “Fui al Louvre esta mañana”.
Años después, hace el siguiente comentario sobre esa frase:
Parece una frase muy sencilla, pero todavía hoy, cuando recuerdo aquella
experiencia, sé que fue vital para mí. ¡Tantos kilómetros de cuadros! Dejé a Quinlan, el guía, y
eché a andar por mi cuenta, maravillado. Al cabo de un rato ya no veía los
cuadros. Pensé que era tonto y me encontré mal, y me senté a descansar. Y de
repente ‘se me pasó el malestar y el cansancio, y me entraron ganas de ponerme
a cantar’. Había algo en todos aquellos objetos misteriosos que me turbaba y me
emocionaba. Era como si, a toda velocidad, hubiera visitado muchos países y
conocido a personas extrañas y hubiera recorrido paisajes desconocidos. No
sabía nada de pintura, pero tuve la intuición de que me encontraba en un mundo
nuevo.
¿Por qué se interesó por el mundo hispano y no el de Francia ni de Italia?
No sabemos si la visita que hizo a unos parientes en San Marcos, Texas,
cuando tenía unos diez años, y donde hubiera oído por primera vez la lengua
española, fue la inspiración.
Pero sí sabemos que en 1882, durante su primer viaje a Europa, dió con
un libro que le despertó el interés por los temas hispánicos, The Zincali por George Borrow (Londres,
1841). Así lo describe en su diario:
[18 de junio de 1882] Liverpool es una ciudad muy grande y muy sucia. [2 de julio de 1882]
Fuimos a Sefton Park and vímos unos pájaros en jáulas.
Luego fuimos a una librería y compré un libro por George Borrow.
Su título es The Zincali y se trata de los gitanos en España.
Es el libro más interesante que he encontrado aquí. España tiene
que ser más interesante que Liverpool. Nuestro guía Quinla va
a buscarme más libros por este autor.
Y, años más tarde cuando le escribía a su madre describiendo su primer
encuentro con las obras de Borrow:
Dentro de poco llegué a ser muy entusiasta por Borrow. Aquí tenía algo
nuevo. Aventura, y todo vivo, y cuando, años después cuando fui a España, fue
como si no estuviera en un mundo completamente desconocido. Volví a leerlo
muchas veces. Quizá fuera un primer paso, y le debo a esta persona extraña
reconocimiento como un gran influyo sobre mi vida. Luego leí La Biblia en
España y me lancé sobre un mar de maravillas y preguntas.
También sabemos que durante este viaje tan inspirador, Huntington tomó
sus primeros pasos como coleccionista, comprando unas monedas antiguas. Al
principio, fue el mundo numismático que le llamó la atención, y llegaría a
tener unas de las colecciones de numismática española más importantes del
mundo, con 35.000 monedas y 3.500 medallas que abarcan toda la historia de la
numismática de la Península Ibérica y sus colonias.
En 1889, aburrido ya después de sólo dos años, abandonó el mundo
empresarial, rechazando la oferta de su padre de hacerse cargo de la dirección
de los astilleros de Newport News y, al año siguiente, les
informó a sus padres su decisión de fundar un “Museo Español” que, en sus
propias palabras, “ha de abarcar las bellas artes, las
artes decorativas, y las letras. Ha de condensar el alma de España”.
Libre ahora de los pormenores de la vida como hombre de negocios, Huntington se
dedicó a sus investigaciones, estudiando la lengua y literatura españolas con
el profesor e hispanista William I. Knapp, de la Universidad de Yale,
y empezó a catalogar en serio su biblioteca que, en 1890, constaba de más de
2.000 libros.
Y siguió con la adquisición de libros, expresándolo así en una carta a su
madre en 1891:
Otra banda de relucientes ediciones ha caído en mis redes: me senté a la
orilla, tuve el anzuelo cebado durante algún tiempo con certificados dorados,
lo eché donde las había visto la última vez ¡y de repente picaron! Ahora doce
preciosos ejemplares con sus lomitos de vitela amarilla me miran de reojo desde
el estante tres. … No te voy a aburrir con sus títulos de los siglos XV y XVI
pero haz el favor de hacer una reverencia mientras te susurro que ¡tres de
ellos son únicos!
En la década de los 1890, Huntington hizo varios viajes a España,
para trabajar sobre su edición del Poema de Mío Cid y para
comprar libros. Tenemos su cuaderno de 1900 en el cual apunta todos los libros
y manuscritos comprados en España y Londres durante ese viaje: en España compró
un total de 244 libros y manuscritos entre los cuales se destacan un manuscrito
del Libro de las aves de caza, por López de Ayala (el único ejemplar
conocido en pergamino), y un ejemplar único del incunable Oliveros de Castilla (Burgos: Fadrique de
Basilea, 1499), los dos comprados el mismo día, el 28 de mayo de 1900, en la
librería de Murillo.
Unas semanas más tarde, en Londres en la librería de Quaritch, en un
día, el 28 de junio, logró comprar un ejemplar de las Siete partidas de
Alfonso el Sabio (Sevilla, 1491) por 70 libras esterlinas, un ejemplar
del Cancionero general de 1520 (100 libras), y aun más
increíble, el libro de horas negro (es decir, de vitela teñida con tinta negra)
de María de Castilla (aprox. 1458) por unas 45 libras.
Y aunque podemos ver que tuvo no poco éxito en sus compras la colección de
la biblioteca de la Hispanic Society of America se
debe, en gran parte, a dos hombres, gigantes los dos en el mundo de los
bibliófilos: el Marqués de Jerez de los Caballeros y el librero alemán, Karl W. Hiersemann.
En 1898, durante un recorrido por el sur de España en busca de
libros, Huntington conoció, en Sevilla, la biblioteca del marqués de
Jerez de los Caballeros, que era entonces la mejor colección de literatura
antigua española existente fuera de la Biblioteca Nacional de Madrid.
En aquel momento semejante tesoro sólo estaba al alcance de sus sueños y,
como escribió en su diario,
“La biblioteca de Jerez… tiene mucho de lo que voy buscando en cuanto a
letras españolas, y me evitaría años de búsqueda si fuera mía. Pero claro
está que no hay ni que pensar en ello. Hace tiempo que [el marqués]
le dijo que no a Quaritch, cuando éste le hizo lo que para entonces fue
una buena oferta”.
El 19 de septiembre de 1901, Jerez le escribe a Huntington y
dice:
Como ninguno de mis hijos tiene adición a los libros antiguos, he decidido
vender mi biblioteca … Inútil es decir que mi biblioteca es quizás la mejor y
más completa que existe de literatura española, y que el estado de los libros,
con raras excepciones, es inmejorable, abundando las encuadernaciones de lujo.
…
Me dirijo a Ud. antes que a nadie, porque me consta su amor y afición
a los preciosos libros españoles, y porque su posición le permite tener
semejante biblioteca.
Y el 9 de octubre del mismo año, Huntington contesta (aunque sólo
tenemos borrador de la carta):
Me he enterado con gran interés de su intención de vender su biblioteca,
parte de la cual tuve el placer de ver cuando estaba en Sevilla.
Comprendo perfectamente las razones que le han llevado a esta decisión, y me
complace que Ud. tenga el deseo de guardar la integridad de su magnífica
colección y evitar la dispersión de su labor de tantos años.
En enero de 1902 llegaba a sus manos, por 592.500 francos, la codiciada
biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros. En su día, el marqués había
adquirido parte de la colección del conocido bibliófilo, José Sancho Rayón, y
juntos las colecciones comprendían unos 10,000 mil manuscritos y libros raros.
Aunque consciente de que la compra de aquella biblioteca de valor
incalculable no podía dejar de ser controvertida en España, Huntington estaba
convencido de que en última instancia beneficiaría a los estudios hispánicos
tanto en los Estados Unidos de América como por todo el mundo.
Y la colección queda en su integridad en la biblioteca de la Hispanic y
no ha sufrido la fortuna de otras colecciones importantes, por ejemplo las de
Heredia, Salvá, Gallardo, y del duque de T’ Serclaes, hermano del
marqués, que han sido dispersadas por todo el mundo.
Al año siguiente, 1893, Huntington adquirió la famosa biblioteca
taurina de Luis Carmena y Millán y por las mismas fechas compró una magnífica
colección de libros y manuscritos sobre esgrima, formada por el librero
anticuario madrileño Pedro Vindel.
En cierto sentido, esta compra marcó el fin del período de adquisición de
libros o manuscritos en España misma.
El 18 de mayo de 1904 se fundó la Hispanic Society of America,
y se comenzó la construcción del edificio en el que hoy reside en la
calle Broadway, en la parte alta de Manhattan, aunque no se abrió al
público hasta 1908. El período 1904-1908 marca un período intenso de
adquisición de libros en que Huntington acudió a un librero
alemán, Karl W. Hiersemann, para que le ayudase a seguir
ampliando la biblioteca.
Con la adquisición de la colección del marqués de Jerez de los Caballeros,
a Huntington pudo constatar la conveniencia y eficacia de comprar
bibliotecas o colecciones enteras y así continuó con Hiersemann. Ya
existía una relación comercial con Hiersemann, desde los años 1890, pero a
entre 1905 y 1914 Huntington compró casi 200.000 manuscritos y libros
raros y modernos hispánicos, que le fueron ofrecidos en una treintena de
catálogos impresos preparados por Hiersemann.
Este preparó catálogos especialmente para su cliente estadounidense y,
conociendo mejor que nadie los fondos de la Hispanic Society, dedicó
enteros catálogos a los temas que fueron de interés para Huntington, sobre
todo en el campo latinoamericano. Hiersemann recorrió toda Latinoamérica
buscando libros y compró las bibliotecas de varios coleccionistas importantes y
personas eminentes de aquella época.
Entre ellos figuran Antonio Peñafiel (México), Jacobo de Pezuela (Cuba),
y José Salazar Ilarregui (Secretario de Estado de Maximiliano I.),
para nombrar a sólo unos pocos.
En 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial dificultó la relación
entre los dos: el 8 de agosto de 1914, en Nuremberg, Alemania, Huntington y
su esposa, Helen, fueron detenidos bajo sospecha de ser espías (puestos en
libertad el 18 del mismo mes), y en 1917 cuando los Estados Unidos declaró
guerra a Alemania, Huntington se vio obligado a terminar por completo
su relación con Hiersemann.
En este momento Huntington también se cansaba del creciente
número de duplicados que le mandaba Hiersemann pero fuere lo que
fuere la razón, para los años 1920, Huntington ya había cesado en su
búsqueda activa de manuscritos y libros raros.
Tal vez Huntington se dio cuenta de que, con la inauguración del
museo y biblioteca, se terminaba la parte fácil y emocionante del proyecto con
que había soñado de niño, y que empezaba ya el verdadero trabajo.
En una carta que le escribió a su madre el 6 de diciembre de 1920, aunque
se muestra satisfecho con su creación, con el tiempo había llegado a reconocer
no sólo sus propias limitaciones, sino las de su institución:
Cuando empecé a formar mis colecciones, recordarás que ante mí se abría
todo el campo de la cultura hispánica y mi sueño era clasificarlo y presentarlo
yo mismo; ero los sueños, sueños son, y la administración se ha llevado una
buena parte de mi tiempo, y el dinero, con el que siempre he contado en
demasía, y al que tú has añadido tu parte, ha sido el mayor de todos los
ladrones.
Verdaderamente… uno no puede ir cargado de riqueza para escalar montañas.
En los tiempos en los que trabajaba sobre El Cid, era libre y relativamente
pobre, y durante los diez años que dediqué a tan laborioso trabajo, estudiando
también árabe y otras lenguas, me sentí gloriosamente realizado. Construir
museos, con sus infinitos detalles, no produce la misma emoción y, en este
sentido, me doy cuenta de que no hago más que preparar el camino para otros.
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